El miedo nos paraliza. Se hace con nosotros.
Nuestra mente se
queda en blanco, no es capaz de producir una respuesta adecuada.
Nos sentimos
indefensos.
No nos sentimos lo
suficientemente preparados para hacer nada.
A eso lo llamamos
miedo.
Pero no miedo a la
vida, si no más bien a las opiniones externas.
Nos preocupamos de
qué pensarán los demás de nosotros.
De si parecemos
inteligentes, interesantes, estúpidos y graciosos.
Antes todas esas
preocupaciones, debemos aprender a apreciar lo mínimo.
Apreciar lo que
venga de gente que nos importa, no de cualquiera.
LA SELECCIÓN, ese
gran poder que todos y cada uno de nosotros debemos aprender que consiste en decidir
si lo que determinada gente cree saber de ti o lo que el resto de personas SABEN de ti.
Debemos preocuparnos por los segundos, por aquellos que si quieren saber algo de ti es porque les importas. Y se lo cuentas porque sabes que te apoyarán ocurra lo que ocurra.
Debemos preocuparnos por los segundos, por aquellos que si quieren saber algo de ti es porque les importas. Y se lo cuentas porque sabes que te apoyarán ocurra lo que ocurra.
¿Y qué sentido tiene preocuparnos por opiniones de gente que no nos aprecia?
NINGUNO.
Así que ya es hora de que esta sociedad deje las preocupaciones estúpidas porque, simplemente, son una pérdida de tiempo.